Hace unos meses, algunos de mis compa?eros pasantes de las Naciones Unidas y yo estábamos disfrutando de una cena en un restaurante vietnamita en el barrio de East Village de Manhattan, en la ciudad de Nueva York. Al día siguiente, un hombre llamaba "enferma" y agredía físicamente a una mujer que llevaba una mascarilla amarilla, del tipo que ahora se suelen llevar para ayudar a detener la propagación del virus COVID-19, en la estación de metro Grand Street,1?no muy lejos de donde habíamos cenado. El virus no discrimina, pero la animadversión hacia la gente que se piensa que tiene el virus parece estar escalando. Sorprendentemente, he comprobado que se están cometiendo muchos delitos de odio en todo el mundo contra personas que llevan mascarilla.
Mi país de origen, la República de Corea, fue uno de los primeros epicentros de la pandemia de COVID-19, seguido de Italia, Espa?a y los Estados Unidos. Cuando el recuento de casos se disparaba exponencialmente allí a finales de febrero de 2020, mis padres lloraban por teléfono diciéndome que se sentían aliviados de que yo estuviera en Estados Unidos. Todo aquel que necesitaba salir de su casa se ponía compulsivamente mascarillas, que en otros tiempos eran muy fáciles de encontrar en Corea del Sur y en solo unas pocas semanas se habían convertido en algo muy difícil de adquirir. Un día concreto de cada semana, mis padres tenían que hacer una cola de horas para comprar una mascarilla, a menudo solo para enterarse de que habían llegado demasiado tarde. En esos momentos, tenían que ponerse inevitablemente la mascarilla desechable que ya habían usado durante días, por miedo a sentirse intimidados por las miradas de los demás si no la llevaban puesta.
Cuando la curva comenzaba a aplanarse en la República de Corea, el número de casos confirmados empezó a despuntar en Nueva York. Mis padres me volvieron a llamar, pero, en esta ocasión, para pedirme que me pusiera mascarilla cada vez que saliera de casa. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurría en mi país, donde las mascarillas desechables se suelen vender en todas las farmacias, no era capaz de encontrar ni una sola en ninguna de las conocidas farmacias de Nueva York. No solo las mascarillas eran poco comunes en Estados Unidos, sino que muchos asiáticos que las usaban eran juzgados como contagiadores del virus. Tenía demasiado miedo de pasear por las calles con una mascarilla puesta y me negué a hacerlo. Mientras la prensa en Estados Unidos publicaba que solo debían llevar mascarillas las personas con síntomas, la gente de mi país se quedaba perpleja al ver a muchos occidentales dirigirse apresuradamente a los supermercados sin cubrirse la boca.
Cuestiones culturales
A finales de enero, los residentes de las ciudades de Asan, Jincheon e Icheon, de la República de Corea, finalmente decidieron recibir a sus conciudadanos procedentes de la ciudad china de Wuhan, donde se pensaba que había comenzado la pandemia, en lugar de negarles la entrada. "Si se garantiza que se aplicarán las medidas preventivas necesarias, querré lo mejor para su salud. No estaban en Wuhan adrede", decían los ciudadanos.2?El Gobierno continuó recibiendo a viajeros chinos, explicando que los cierres de fronteras no solo no tienen beneficios prácticos, sino que además, entre los casos confirmados del país, muy pocos eran chinos.3?Sin implementar el tipo de estrictas restricciones fronterizas y confinamientos que se impusieron en otros países, la República de Corea pudo reducir su tasa de infección a mediados de marzo. Esto fue posible no solo por el sólido sistema sanitario del país, sino también gracias a un amplio rastreo y una gran transparencia. Los movimientos de los pacientes confirmados se podían rastrear de inmediato, de forma que el Gobierno podía hacer pruebas o poner en cuarentena a todos sus contactos. A partir de los datos recopilados de las grabaciones de cámaras de seguridad y el uso de las tarjetas de crédito, fue posible recrear los movimientos de los pacientes con COVID-19 y avisar a las personas que se encontraran cerca a través de mensajes de texto. También eran de fácil acceso aplicaciones que facilitaban mapas visuales creados a partir de la información disponible.4
La voluntad y el consentimiento del pueblo de la República de Corea para sacrificar derechos de privacidad en interés de la seguridad pública y el resultante estudio epidemiológico llevado a cabo durante la emergencia nacional demuestran la mentalidad colectivista inherente a la cultura. La palabra espa?ola "conflicto" procede del latín?confligere, que significa "golpear juntos" o "luchar". Los conflictos se suelen comparar con el fuego y se suelen considerar como algo que se debe extinguir. La palabra "conflicto" en coreano hace referencia a una situación en la que dos tipos diferentes de plantas trepadoras que tienden a entrelazarse en direcciones opuestas se enredan.5?Para resolver estos "conflictos", es importante "desenmara?ar la madeja de hilo". Así pues, en la República de Corea, una persona contagiada de COVID-19 no se considera alguien a quien repudiar, sino más bien alguien a quien desenredar como parte de un conjunto. Desde la perspectiva coreana, fueron esenciales la vigilancia exhaustiva y la publicación de información, sin perder ni excluir a nadie, como en la acupuntura, en la que las agujas se introducen en todo el cuerpo para la circulación de la sangre. Del mismo modo, la responsabilidad de cada persona de llevar mascarillas para participar en la protección de toda la sociedad, incluidas las personas más vulnerables, fue una virtud evidente de mi país.
En los países occidentales, más individualistas y más familiarizados con la cirugía que con la acupuntura, las estrategias de contención que incluyen confinamientos se están utilizando ampliamente. En la misma línea, en Estados Unidos, las mascarillas se han considerado tradicionalmente un medio para separar a los enfermos o, en algunos casos, incluso indicaban que el que las llevaba representaba una amenaza. Tal como evidencia el hecho de que muchos países de la Unión Europea tengan antecedentes de considerar o de promulgar leyes antimáscaras desde hace décadas, la angustia por cubrirse la boca está muy extendida en la sociedad occidental. Por ello, es comprensible que los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos tardaran un mes en repensar y eventualmente revertir sus pautas sobre el uso de mascarillas para hacer frente a la pandemia.
Tiempos para la solidaridad
Ninguna cultura es superior, sino que todas son complementarias. Toda cultura desempe?a un papel vital en la actual lucha contra la COVID-19. El término "distanciamiento social" se está utilizando mucho estos días. Se considera clave para reducir la propagación del virus y salvar a los más vulnerables. Por rara que pueda parecer esta expresión, formada por dos palabras de significado opuesto, abarca tanto el colectivismo como el individualismo. Hace hincapié en el hecho de que mantener la distancia física en interés de los demás es necesario en el contexto de pandemia global en que nos hallamos sumidos.
Todas las culturas merecen respeto. Muchas están cambiando y creando nuevos fenómenos a nivel mundial, tal como se ve a través de la decisión de Alemania de exigir el uso de mascarilla en exteriores. Sin embargo, un día después de que la autoridad de transportes de Filadelfia anunciara una política por la que se prohibía que los pasajeros sin mascarilla utilizaran sus servicios, salió a la luz el vídeo de un hombre sin mascarilla que era arrastrado a la fuerza fuera de un autobús municipal. El vídeo suscitó la indignación de muchos, mientras otros argumentaban que la acción policial fue una medida necesaria teniendo en cuenta la crisis mundial. Más tarde, la autoridad de transportes modificó su política para levantar la obligatoriedad de llevar mascarilla, pasando a ser una recomendación.6
Es normal que la gente esté confusa ante estos cambios de normas culturales. De hecho, parece lógico que sintamos ansiedad en el estado de incertidumbre y cambio en que nos encontramos. Ahora bien, con una mejor comprensión de otras culturas, percepciones y situaciones, la humanidad puede superar el odio y abandonar la necesidad de culpar a los demás. Es el momento de la solidaridad y la cooperación global para lograr la paz y el bienestar de todos. Aunque puedan existir restricciones fronterizas, no deben dividir nuestra unidad para luchar juntos contra este virus. Por el bien de los más vulnerables, incluidas las personas mayores, los refugiados de los campos y las personas sin hogar que viven en las calles, la comunidad internacional debe trabajar codo con codo y hacer gala de civismo global para luchar contra este virus en estos tiempos sin precedentes.?
Notas
1David K. Li, "Coronavirus hate attack: Woman in face mask allegedly assaulted by man who calls her ‘diseased’", NBC News, 5 de febrero de 2020.
Disponible en? (solo disponible en inglés).
2Jong-gu Han, "?? ??? ???" ????? SNS? ?? ?? ?? ???", Yonhap News, 31 de enero de 2020. Disponible en? (solo disponible en coreano).
3Sungmin Yoon, "???? ???"? 靑, ??? ???? ??? 5?? ??", Joongang Ilbo, 27 de febrero de 2020. Disponible en? (solo disponible en coreano).
4Max Fisher y Sang-Hun Choe, "How South Korea Flattened the Curve", New York Times, 23 de marzo de 2020. Disponible en?l (solo disponible en inglés).
5Soo-Young Kwon, "[Reasons and Reflections] Why We Should Not Cut off Relationships, but Solve Conflicts", The Kyunghyang Shinmun, 10 de enero de 2020. Disponible en?.
6Cailtin O’Kane, "Philadelphia transit officials change policy on masks after video shows man being dragged off bus", CBS News, 13 de abril de 2020.
Disponible en? (solo disponible en inglés).
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