Este a?o celebramos el septuagésimo quinto aniversario de la Carta de las Naciones Unidas, un documento que se redactó y se firmó en un período de grandes cambios en la esfera mundial. Actualmente, el mundo está cambiando de nuevo bajo nuestros pies, sin embargo, la Carta continúa actuando como una base sólida para nuestras iniciativas conjuntas.
Esta época incierta de alteración general arroja luz sobre las interdependencias de nuestro mundo. La pandemia de COVID-19, así como la desigualdad que ha sacado a la luz, representan un desafío global que debemos resolver mediante soluciones globales. Estas soluciones exigen más, y no menos, cooperación transfronteriza entre los países.
La cooperación mundial constituye la promesa duradera de la Carta de las Naciones Unidas. Tengo el honor de presidir el Consejo Económico y Social (ECOSOC), uno de los órganos principales de las Naciones Unidas, en su septuagésimo quinto aniversario.
En enero de 1946, 18 miembros se reunieron con motivo de la reunión inaugural del ECOSOC bajo la dirección de su primer Presidente, Sir Ramaswami Mudaliar, de la India. Al ECOSOC se le otorgó un poderoso mandato: promover una vida mejor para todos, por medio del fomento de la cooperación internacional en materia económica, social y cultural.
La Carta reconoce el valor del desarrollo social y económico como requisitos previos para alcanzar la estabilidad y el bienestar. En febrero de 1956, el Secretario General Dag Hammarskj?ld dijo que, mientras que el Consejo de Seguridad está concebido principalmente para la resolución de conflictos, el Consejo Económico y Social está concebido para eliminar las causas de los conflictos.
En mi opinión, esto nos recuerda que una paz y una prosperidad sostenibles dependen de la solidaridad y la cooperación mundiales.
Hoy en día, esta unidad en lo relativo al propósito de llegar en primer lugar a los más rezagados constituye también el espíritu de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). La Agenda 2030 es nuestra hoja de ruta común para transformar el mundo al tiempo que nos recuperamos mejor, protegemos nuestro planeta y no dejamos a nadie atrás. El ECOSOC actúa como una plataforma unificadora para la integración, la aplicación, el seguimiento y la revisión de los ODS, y nuestra promesa de erradicar la pobreza, lograr la igualdad y detener el cambio climático debe guiar nuestras acciones.
El ECOSOC posee una capacidad de movilización única para hacerlo. Reúne a grupos muy valiosos como los jóvenes y el sector privado para mejorar nuestra labor y nuestros debates. Además, el ECOSOC continúa actuando como puerta de enlace para la colaboración de la sociedad civil con las Naciones Unidas. La sociedad civil ha sido fundamental para alcanzar el progreso en lo relativo a la cooperación económica, social y ambiental en el plano internacional, desde el peque?o e importante número de organizaciones presentes en San Francisco cuando se firmó la Carta en 1945, hasta las más de 5.000 organizaciones no gubernamentales reconocidas como entidades de carácter consultivo por el ECOSOC.
Asimismo, la Carta establece que el ECOSOC debe promover el respeto y la observancia universales de los derechos humanos y las libertades fundamentales de todas las personas, sin distinción alguna por motivos de raza, sexo, idioma o religión. A pesar de que se han producido numerosos cambios en nuestro mundo, hoy en día este mandato sigue siendo igual de importante que en 1945. Al fin y al cabo, los derechos humanos forman parte, literalmente, de los cimientos de las Naciones Unidas. Cuando Trygve Lie, el primer Secretario General y compatriota noruego, colocó la primera piedra de la Sede de las Naciones Unidas en Turtle Bay en octubre de 1949, esta contenía, junto con la Carta, una copia de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Los derechos humanos siempre han formado parte de la labor del ECOSOC. La Comisión de Derechos Humanos fue una de las primeras comisiones orgánicas que se crearon en el marco del ECOSOC y se le encomendó redactar la Declaración Universal. Actualmente, el ECOSOC sigue decidido a cumplir con su cometido en la promoción de todos los derechos: los civiles y políticos, así como los económicos, sociales y culturales.
En un marcado contraste con los 18 hombres que participaron en la primera reunión del ECOSOC en 1946, estoy orgullosa de ser la tercera Presidenta consecutiva del ECOSOC y una de las cinco Presidentas que ha ostentado el cargo a lo largo de sus 75 a?os de historia. Aunque lento, no deja de ser un avance, especialmente en comparación con 1945, cuando de los 850 delegados internacionales que se reunieron en San Francisco para elaborar la Carta de las Naciones Unidas, solo ocho eran mujeres y únicamente cuatro de ellas firmaron la Carta. Actualmente, el Secretario General ha logrado la paridad de género en todos los altos cargos de las Naciones Unidas, y la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer es quizás la parte con un perfil más elevado de la labor del ECOSOC. El período de sesiones anual de la Comisión es fundamental para promover los derechos de la mujer, documentar la realidad de la vida de las mujeres en todo el mundo y dar forma a las normas internacionales en materia de igualdad de género y el empoderamiento de la mujer.
El ECOSOC debe trabajar para lograr que la igualdad de género se convierta en el eje central de nuestra labor. Los derechos de la mujer y la igualdad de género son imprescindibles para lograr un mundo justo. En todas mis iniciativas, me esfuerzo por promover y fomentar estos derechos con la perspectiva de lograr un mundo más próspero, pacífico y justo, en beneficio de las mujeres y las ni?as, pero también de los hombres y los ni?os por igual.
Antes de la crisis actual, en todo el mundo había más personas que vivían una vida mejor que diez a?os antes. Hay más personas que nunca con acceso a una mejor atención de salud, a un trabajo decente y a la educación. No obstante, la desigualdad, el cambio climático y los duraderos efectos negativos de la pandemia de COVID-19 amenazan con echar por tierra todos estos progresos. Aunque disponemos de recursos tecnológicos y financieros, para adaptar los recursos a nuestros objetivos de desarrollo sostenible, serán necesarios unos cambios sin precedentes. Las Naciones Unidas deben seguir encabezando nuestras iniciativas colectivas sobre la base de nuestro compromiso con la Carta.
La auténtica prueba de nuestro éxito será si las personas, las comunidades y los países realmente disfrutan de una mejora en sus vidas y sociedades. Las Naciones Unidas deben aportar algún valor a las personas. A nuestra familia. A nuestros vecinos. A nuestros amigos. Si no lo logramos, nuestra credibilidad estará en riesgo.
Con motivo de la celebración del septuagésimo quinto aniversario de la Carta de las Naciones Unidas, debemos recordar la promesa que esta encarna con el fin de contribuir a que el mundo sea un lugar más próspero, justo, equitativo y pacífico.
Para mí, las palabras iniciales de la Carta, “NOSOTROS LOS PUEBLOS DE LAS NACIONES UNIDAS”, nos recuerdan de manera humilde y empoderadora que disponemos de la capacidad necesaria para superar los desafíos presentes y futuros. Incluso en momentos complicados, sigue existiendo una gran esperanza en el poder de la colaboración. Este es el espíritu fundacional de las Naciones Unidas y, en este septuagésimo quinto aniversario, en un momento en el que nos enfrentamos a grandes desafíos en todo el mundo, es el espíritu que hoy en día debemos convocar.
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La Crónica?ONU??no?constituye un registro oficial. Tiene el privilegio de acoger a los altos funcionarios de las Naciones Unidas, así como a distinguidos colaboradores de fuera del sistema de las Naciones Unidas cuyas opiniones no son necesariamente las de las Naciones Unidas. Del mismo modo, las fronteras y los nombres que se muestran y las designaciones utilizadas en los mapas o en los artículos no implican necesariamente un apoyo o una aceptación por parte de las Naciones Unidas.?