26 junio 2020

“Conciliar los requisitos de lo ideal con las posibilidades de lo real”: así es como Georges Bidault, Ministro de Relaciones Exteriores y jefe de la delegación francesa en la Conferencia de San Francisco, que perseguían los redactores de la Carta de las Naciones Unidas. Sobre las cenizas todavía candentes de la Segunda Guerra Mundial, los padres de una Organización encargada de desarrollar unas relaciones amistosas entre las naciones, promover los derechos humanos y el progreso económico y social eran menos utópicos que visionarios. Entendían que la comunidad de los Estados debía tener una constitución común. A pesar que haber sido puesta a prueba por conflictos, crisis y trastornos, su resiliencia y su fuerza han conformado la estructura misma de las relaciones internacionales contemporáneas.

La Carta nos une. En ella se define a las Naciones Unidas como un “centro que armonice los esfuerzos de las naciones”, en el que se trata a cada miembro como un igual a pesar de las diferencias sociales, económicas o políticas. Puesto que desde su creación se ha cuadriplicado el número de partes contratantes, la Carta, que ha adquirido carácter universal, expresa realmente los valores y las aspiraciones de la humanidad. Es por este motivo por el que Francia concede tanta importancia a garantizar que la diversidad, ya sea cultural, jurídica o lingüística, se vea reflejada como es debido en la Organización, en su personal y en la forma en la que funciona: las Naciones Unidas tienen la ardua, pero noble tarea de garantizar la participación de todas las personas en el debate internacional. Tal y como revela una gran consulta que se está llevando a cabo en el contexto de la conmemoración del septuagésimo quinto aniversario, el 95?% de nuestros coetáneos cree que únicamente la cooperación internacional permitirá responder a los desafíos presentes y futuros. Sin embargo, también debe reflejar su opinión.

La Carta es la cumbre de un orden internacional que se basa en el derecho: en el Artículo 103 se le concede prioridad sobre otros instrumentos jurídicos internacionales. En las negociaciones más difíciles, se mantiene como un marco de referencia, y el valioso libro azul siempre está a mano. Vincula a los Estados, así como a los órganos principales de las Naciones Unidas. Así, el Consejo de Seguridad ejerce su responsabilidad como garante del mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales en el marco estricto de la Carta a la hora de tomar decisiones sobre las medidas destinadas a combatir la proliferación de armas, establecer operaciones de mantenimiento de la paz, autorizar la prestación de ayuda humanitaria transfronteriza a Siria o remitir ciertos casos a la Corte Penal Internacional. De acuerdo con el Artículo 25 de la Carta, todos los Estados Miembros deben respetar estas decisiones.

La Carta nos protege. La pandemia de COVID-19 es una llamada de advertencia para el multilateralismo, ya que el virus no conoce fronteras y nadie está a salvo. La naturaleza mundial y transversal de la crisis sanitaria se?ala de manera lógica a las Naciones Unidas como el único foro realmente universal y multisectorial con capacidad para enfrentarse a ella.

Francia está profundamente convencida de que, si aceptamos que la resolución de las crisis internacionales tenga lugar al margen del marco multilateral, el caos amenaza con prevalecer. Esto es lo que ocurre hoy en día en Oriente Medio, donde el riesgo de conflagración es más elevado que nunca. En un momento en el que las poblaciones civiles ya han sufrido demasiado debido al flagelo de la guerra y al terrorismo, debemos evitar más que nunca una espiral militar y poner fin a las graves violaciones de los derechos humanos y las catástrofes humanitarias que se siguen produciendo, tanto en esta región como en otras partes del mundo.

Tal y como manifestó el Presidente Macron en su discurso ante la Asamblea General el 24 de septiembre de 2019, en un mundo que se ha vuelto multipolar, debemos reinventar el “multilateralismo sólido” y evitar la tentación de llevar a cabo una retirada nacional. Tomando como base esa convicción, Francia y Alemania presentaron el a?o pasado la Alianza por el Multilateralismo, un marco flexible que reúne a países de buena voluntad que desean promover tanto métodos multilaterales como iniciativas concretas en diferentes ámbitos que dan cuenta de su importancia.

Para ser fuertes, el multilateralismo que encarnamos aquí en Nueva York debe ser eficaz. Debe abordar de inmediato los mayores desafíos de nuestra época, pues todos ellos afectan al mundo en su conjunto: el cambio climático, la seguridad alimentaria y sanitaria, la protección de la diversidad biológica, el terrorismo, la proliferación de las armas de destrucción masiva, las desigualdades, la migración, las violaciones en masa del derecho internacional humanitario y los derechos humanos, así como los nuevos desafíos que plantea la tecnología. Hace 75 a?os, en la Carta, como muestra de su destacada modernidad, se estableció el objetivo de alcanzar la cooperación internacional para resolver problemas internacionales en todos estos ámbitos. Francia ha tomado la iniciativa de movilizar a la comunidad internacional sobre estos asuntos, ya sea mediante la presentación de la Cumbre Un Planeta, junto con las Naciones Unidas y el Banco Mundial, o mediante la organización conjunta del Foro Generación Igualdad que se celebrará próximamente, 25 a?os después de la Conferencia de Beijing. Ante los desafíos mundiales, la cooperación internacional constituye la única forma posible de avanzar; si no avanzamos, retrocederemos.

La Carta es la base de nuestra acción colectiva. Ofrece un método, normas y herramientas. Consagra la negociación como la principal forma de avanzar. Los principios que establece y, en concreto, la universalidad de los derechos humanos, no son negociables. Ofrece numerosos medios de actuación, incluidas las operaciones de mantenimiento de la paz y las sanciones internacionales. Las facultades específicas que confiere a algunos miembros no se deben considerar como licencias, sino como responsabilidades. Por eso, Francia y México abogan, desde 2013, por la suspensión del veto en el caso de atrocidades masivas a través de un compromiso político, voluntario y colectivo por parte de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad. Hasta la fecha, 105 Estados Miembros se han unido a esta iniciativa.

La Carta no impide en modo alguno la necesaria modernización de la Organización, la cual, por el contrario, se ha ido reinventando de manera constante. En el camino para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, es necesario descompartimentalizar los distintos pilares y componentes que forman parte del universo de las Naciones Unidas, tal y como se refleja en la visión de “Unidos en la Acción”. Es necesario respaldar las iniciativas que se han llevado a cabo a ese respecto, en particular, la triple reforma emprendida por el Secretario General (es decir, las reformas de la arquitectura de paz y seguridad, el desarrollo y la gestión). Cada uno de los órganos principales debe desempe?ar su propia función por medio de la optimización de su trabajo.

Al igual que un edificio firme que ha resistido el paso del tiempo, la Carta se puede modificar para reflejar mejor las realidades del mundo contemporáneo. En ese sentido, a Francia le gustaría que se ampliase el Consejo de Seguridad, tal y como se hizo por primera vez en 1963, de manera que se contemple la aparición de nuevas potencias y se permita una mayor presencia en el continente africano.

Durante 75 a?os, la Carta ha sido nuestro máximo denominador común. Su relevancia permanece inalterada. En ocasiones un hogar, en ocasiones un baluarte, favorece la búsqueda de un ideal de paz y prosperidad por el que debemos luchar, con modestia, pero también con valentía. Es nuestro deber transmitir sus valores y promesas a las futuras generaciones.

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