Nuestro mundo debe hoy lamentar una cifra atroz: la p¨¦rdida de un mill¨®n de vidas como consecuencia de la pandemia de COVID-19.
La cifra es escalofriante. Y no debemos perder nunca de vista cada una de las vidas individuales que encierra.
Eran padres y madres, esposas y esposos, hermanos y hermanas, amigas, amigos y colegas.
El dolor se ha visto multiplicado por lo despiadado de esta enfermedad.
El riesgo de infecci¨®n ha mantenido a las familias lejos del lecho de estos enfermos y, con frecuencia, no ha sido posible el duelo ni celebrar la vida de esas personas.
?C¨®mo decir adi¨®s sin poder tomarlas de la mano, o darles un beso de ternura, un c¨¢lido abrazo, sin poder susurrarles un ¨²ltimo ¡°Te quiero¡±?
Y, sin embargo, todav¨ªa no se vislumbra el final de la propagaci¨®n del virus, la p¨¦rdida de empleos, las disrupciones en la educaci¨®n, el trastorno de nuestras vidas...
Sin embargo, podemos superar este desaf¨ªo.
Pero debemos aprender de los errores. Un liderazgo responsable es fundamental. La ciencia es importante. La cooperaci¨®n es importante. La desinformaci¨®n mata.
Mientras contin¨²a la b¨²squeda infatigable de una vacuna ¡ªuna vacuna que debe estar disponible y asequible para todas las personas¡ª, hagamos lo que est¨¢ en nuestras manos para salvar vidas:
Mantengamos la distancia f¨ªsica. Utilicemos mascarilla. Lav¨¦monos las manos. Mientras recordamos tantas vidas perdidas, no olvidemos nunca que nuestro futuro depende de la solidaridad: como personas unidas y como naciones unidas.