Resumen
Nos encontramos en un punto de inflexión en la historia. Ante la mayor prueba de fuego a la que nos enfrentamos desde la Segunda Guerra Mundial, la humanidad tiene que tomar una decisión difícil y urgente: retroceder o avanzar.
La enfermedad por coronavirus (COVID-19) está trastocando nuestro mundo, poniendo en peligro nuestra salud, destruyendo las economías y los medios de vida y agudizando la pobreza y las desigualdades.
Los conflictos siguen haciendo estragos y no dejan de agravarse.
Los efectos catastróficos del cambio climático —hambrunas, inundaciones, incendios y calor extremo—
ponen en jaque nuestra existencia misma.
En todo el mundo, la pobreza, la discriminación, la violencia y la exclusión están privando a millones de personas de su derecho a las cosas indispensables de la vida: salud, seguridad, vacunación contra las enfermedades, agua limpia para beber, un plato de comida o un lugar en un aula.
Cada vez más, la gente da la espalda a los valores de la confianza y la solidaridad mutuas, cuando precisamente los necesitamos para reconstruir nuestro mundo y garantizar un futuro mejor y más sostenible para las personas y el planeta.
El bienestar y, de hecho, el mismísimo futuro de la humanidad dependen de la solidaridad y de que trabajemos codo a codo como una familia mundial en pos de objetivos comunes.
Por el bien de las personas y el planeta, y en aras de la prosperidad y la paz.
El a?o pasado, con motivo del 75.? aniversario de las Naciones Unidas, los Estados Miembros convinieron en que nuestros desafíos guardan relación entre sí, pese a las fronteras y todas las demás divisiones. Esos desafíos solo pueden afrontarse con una respuesta de las mismas características, mediante un multilateralismo revitalizado y con las Naciones Unidas en el centro de nuestros esfuerzos.
Los Estados Miembros me solicitaron que presentara un informe con recomendaciones para promover nuestra agenda común, y he aquí mi respuesta.
Para preparar el informe, consultamos con una amplia gama de partes interesadas, entre ellas los Estados Miembros, prominentes intelectuales, la juventud, la sociedad civil y el sistema de las Naciones Unidas y sus numerosos asociados.
Hubo una idea que quedó clarísima: las decisiones que tomemos o dejemos de tomar hoy pueden hacer que retrocedamos aún más o que avancemos hacia un futuro más verde, mejor y más seguro.
Es nuestra decisión, pero la oportunidad de decidir no se presentará de nuevo.
Por eso, Nuestra Agenda Común es, ante todo, una agenda de acción pensada para acelerar la implementación de los acuerdos existentes, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En primer lugar, es hora de volver a apostar por la solidaridad mundial y hallar nuevas formas de trabajar codo a codo por el bien común. Debe haber un plan mundial de vacunación con el que se administren las vacunas contra la COVID-19 a los millones de personas a quienes aún se niega esta medida vital básica. Asimismo, se deben tomar medidas urgentes y resueltas para afrontar la crisis triple que está destruyendo nuestro planeta: la disrupción climática, la pérdida de biodiversidad y la contaminación.
En segundo lugar, es hora de renovar el contrato social entre los Gobiernos y la población, y dentro de cada sociedad, para restaurar la confianza y abrazar una concepción amplia de los derechos humanos. La gente necesita resultados concretos en su vida cotidiana. En ese sentido, debe darse una participación activa e igualitaria a las mujeres y las ni?as, sin las cuales es imposible lograr un verdadero contrato social. También deben actualizarse los mecanismos de gobernanza para suministrar mejores bienes públicos y dar inicio a una era en que se universalicen la protección social, la cobertura sanitaria, la educación, la formación profesional, el trabajo decente y la vivienda, así como el acceso a Internet para 2030 como derecho humano fundamental. Invito a todos los países a que celebren consultas inclusivas y fructuosas a nivel nacional para escuchar a toda la ciudadanía y permitirle contribuir a imaginar el futuro de su país.
En tercer lugar, es hora de poner fin a la “infodemia” que asola nuestro mundo defendiendo un consenso común y empírico en torno a los hechos, la ciencia y el conocimiento. Tiene que terminarse de una vez la “guerra contra la ciencia”. Todas las decisiones presupuestarias y sobre políticas deben fundamentarse en conocimientos especializados y datos científicos, y por eso pido que se elabore un código de conducta mundial que promueva la integridad en la información pública.
En cuarto lugar, es hora de corregir una falla mayúscula en la manera en que medimos la prosperidad económica y el progreso. Cuando las ganancias se obtienen a expensas de las personas y de nuestro planeta, nos quedamos con un panorama incompleto del verdadero costo del crecimiento económico. Tal como se mide ahora, el producto interno bruto (PIB) no refleja la destrucción humana y ambiental que generan algunas actividades empresariales. Pido que se busquen nuevas medidas, complementarias del PIB, para que las personas puedan entender del todo las repercusiones de las actividades empresariales y qué podemos y debemos hacer mejor por el bien de las personas y de nuestro planeta.
En quinto lugar, es hora de pensar a largo plazo, a fin de hacer más por la juventud y las generaciones venideras y prepararnos mejor para los desafíos que tenemos por delante. En Nuestra Agenda Común se incluyen recomendaciones para que la juventud tenga formas valiosas, diversas y eficaces de participar, tanto dentro como fuera de las Naciones Unidas, por ejemplo mediante una mejor representación política y la transformación de la educación, la formación profesional y el aprendizaje permanente. También planteo propuestas: por ejemplo, reutilizar el Consejo de Administración Fiduciaria, establecer un Laboratorio de Futuros, aprobar una Declaración sobre las Generaciones Futuras y crear un cargo de Enviado Especial de las Naciones Unidas que vele por que las decisiones presupuestarias y sobre políticas tengan en cuenta las repercusiones en las generaciones futuras. Por otro lado, tenemos que prepararnos mejor para prevenir grandes riesgos globales y responder a ellos. Será importante que las Naciones Unidas publiquen periódicamente un informe sobre previsión estratégica y riesgos globales, y propongo también que se cree una Plataforma de Emergencia, que se reúna cuando se produzcan crisis mundiales complejas.
En sexto lugar, es hora de que tengamos un sistema multilateral más sólido, más interconectado e inclusivo, cuyo eje sean las Naciones Unidas. El multilateralismo eficaz depende de que las Naciones Unidas sean eficaces también, capaces de adaptarse a los desafíos globales y, al mismo tiempo, estar a la altura de los propósitos y principios de su Carta. Por ejemplo, propongo que se adopte una nueva agenda de paz, que se mantengan diálogos multipartitos sobre el espacio ultraterrestre y que se concierte un Pacto Digital Global, además de que se celebre una Cumbre Bienal entre los miembros del Grupo de los 20 y del Consejo Económico y Social, el Secretario General y las jefaturas de las instituciones financieras internacionales. En todo, necesitamos una mayor participación de todas las partes interesadas, y procuraremos tener un Grupo Consultivo sobre Gobiernos Locales y Regionales.
Durante 75 a?os, las Naciones Unidas han unido el mundo para afrontar distintos desafíos globales: desde conflictos y hambrunas hasta enfermedades, el espacio ultraterrestre y el mundo digital, los derechos humanos y el desarme. En estos tiempos en que predominan las divisiones, la fragmentación y la desconfianza, se necesita este espacio más que nunca para garantizar un futuro mejor, más verde y más pacífico para todas las personas. Partiendo del presente informe, pediré a una Junta Consultiva de Alto Nivel, dirigida por ex Jefes y Jefas de Estado y de Gobierno, que se?ale los bienes públicos globales y otras esferas de interés común donde más falta haga mejorar la gobernanza y que proponga alternativas a tal fin.
Con ese espíritu, propongo que se celebre una Cumbre del Futuro para forjar un nuevo consenso global sobre cómo debería ser nuestro futuro y qué podemos hacer hoy para que se convierta en realidad.
La humanidad ha demostrado una y otra vez que es capaz de conseguir grandes logros cuando trabajamos codo a codo. Esta agenda común es nuestra hoja de ruta para recuperar ese espíritu positivo y empezar a reconstruir nuestro mundo y a reparar la confianza mutua que tantísima falta nos hace en este momento de la historia.
Es hora de dar los próximos pasos en este camino que compartimos, solidariamente con toda la humanidad y en beneficio de ella.
PROPUESTAS CLAVE
Los 12 compromisos de la Declaración sobrela Conmemoración del 75? aniversario de las Naciones Unidas
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